Introducción al acompañamiento

El “jaleo” al que todos estamos invitados a participar.

Parte esencial del flamenco son los elementos accesorios al cante, al baile y al toque. Para alcanzar el estado anímico de los intérpretes de cualquiera de estas tres disciplinas ha de hacerse con la compañía de un patrón rítmico emitido con diferentes técnicas y objetos de percusión, aunque en ocasiones se utiliza también la voz. Se necesita “jaleo” (de jalear, o animar al que canta, baila o toca). En ocasiones, este acompañamiento puede disfrutar de instantes de máximo protagonismo, incluso silenciándose el resto de elementos que componen el espectáculo.

Encontramos también (y con gran fama internacional exclamaciones) como ¡ole!, ¡eso es!, ¡arsa! o ¡agua!, como bien recoge Luis López Ruiz en su Guía del Flamenco (Ed. Akal). Parece inevitable que, ante tan grande torrente de emociones expresado por los intérpretes, el público y los acompañantes del grupo no puedan contener su propia emoción y participen expresando sus sentimientos mediante estas exclamaciones que entran a formar parte del espectáculo. Público y artistas se unen en una expresión declarada, nunca mejor dicho, Patrimonio Oral (o Inmaterial) de la Humanidad por la UNESCO.

“Éste se acompaña también con otros instrumentos como las castañuelas, y también con palmas y taconazos.”
UNESCO – Patrimonio Cultural Inmaterial – Flamenco

Entre todos los acompañamientos, los principales serían las palmas, el taconeo, los golpes con los nudillos, con una bara o con un bastón, los chasquidos con la lengua, las castañuelas y los crótalos, el yunque, el violín y la pandereta, los cascabeles, sonajas, tamboril y faluta, la botella de anís y la zambomba.

En las últimas décadas del siglo XX se incorporaron algunos instrumentos nuevos que ya forman parte habitual de muchos espectáculos flamencos como el cajón y el contrabajo, en acompañamiento ambienta, y la flauta y el violín, en contrapunto al cante que en ocasiones se convierte en diálogo con el cantaor.

No hay flamenco sin una buena juerga, un instante único que invita a todos a participar, convirtiendo cualquier parte del cuerpo y de los objetos que nos rodean en un instrumento musical.


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