El toque es la forma en que el mundo del flamenco denomina al acto de tocar la guitarra. Hoy parece imposible imaginar el flamenco sin la guitarra flamenca, pero su incorporación fue tardía. La guitarra, otro de los iconos visuales y sonoros de España, ha estado presente en el flamenco solo desde mediados del XIX, hay diferentes opiniones expertas sobre la fecha concreta, pero hay unanimidad en el siglo.

Los cantes “a palo seco” (o sin instrumentos) están en los mismos orígenes del flamenco, mucho más atrás en el tiempo. La guitarra sin embargo ha estado y ha evolucionado mucho desde su aparición, hay constancia de ella en el Antiguo Egipto y también como su versión “cítara” en el mundo grecorromano. Esta doble presencia origina que a España llegue por las dos vías, a través del Imperio Romano y con la invasión árabe. Las diferencias de los instrumentos en sí y también de la forma en la que se tocaban, llegan a fusionarse en el espacio y en el tiempo dentro de España.

El Café Ziryab, uno de nuestros tablaos flamencos lleva el apelativo de Abul-l-Hasán Alí ibn Nafi al que llamaban pájaro negro (debido a su oscura tez) o Ziryab. Durante la corte de Abderramán II en la Córdoba del siglo IX, Ziryab creó un conservatorio de música en el que se estudiaban las corrientes musicales andaluzas y orientales. A Ziryab, poeta y cantaor nacido en Badgad, se le atribuye haber traído la guitarra morisca a la península ibérica.

La evolución del instrumento hasta alcanzar las 6 cuerdas en el siglo XIX merecería varias entradas en esta flamencopedia. La UNESCO, en su declaración en la que el flamenco ha quedado inscrito como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad dice: 

“El toque de la guitarra flamenca ha trascendido, desde hace mucho tiempo, su primitiva función de acompañamiento del cante.”
UNESCO – Patrimonio Cultural Inmaterial – Flamenco

Habría pues que resaltar que es a partir del siglo XIX cuando la guitarra flamenca, tal y como la conocemos hoy, acompaña al cante. Aunque realmente, y según destaca Manuel Ríos Ruiz del impacto de la guitarra, es en el siglo XX “cuando el flamenco toma el auge de espectáculo, que inicia su labor digna de encomio: la de consolidar la estructura de los estilos”.

Conoceremos en esta flamencopedia las técnicas del “tocaor” (o persona que toca la guitarra flamenca) muy diferentes de las de la guitarra clásica, que varían desde la forma de agarrarla, la incorporación de la “cejilla” o puente móvil que modifica rápidamente los tonos emitidos para adaptarse al cantaor o la utilización de “falsetas”, modificaciones o mejoras incorporadas por el tocaor a la canción original, debidas muy históricamente a la falta de formación musical del ejecutante, lo que origina versiones improvisadas o “libres” en cada actuación. Estas explosiones improvisadas de emoción son ya tan intrínsecas al flamenco como el propio cante. 

Abordaremos también las formas de tocar las cuerdas, los punteados y rasgados. Sobre esta avalancha de formas y estilos diferentes que generan un universo sonoro, Georges Hilaire en su libro “Iniciación ‘flamenca’” de 1954 declara que “la gran originalidad en la guitarra de la música flamenca puede condensarse en el hecho de que los elementos melódicos, armónicos y rítmicos de los que está hecha tienden a cruzarse en beneficio de una ‘expresión superior’ que engloba y enriquece a las demás y que podríamos calificar de dinamismo”.

Como puede observarse, hemos separado el toque del acompañamiento porque la realidad a partir de la segunda mitad del siglo XX, es que la guitarra se ha ganado por derecho propio un lugar protagonista en el flamenco. Lejos quedan los orígenes en los que el toque era un mero acompañamiento. Hoy podemos encontrar a guitarristas flamencos como concertistas independientes. Paco de Lucía, Ramón Montoya, Manolo Sanlúcar, Javier Molina o Patiño, son solo algunos de los nombres que destaca Luis López Ruiz en su “Guía de Flamenco” (Ed. AKAL).